En un escenario de ensueño,
donde la danza toma vuelo,
se despliega el arte majestuoso,
de La Muerte del Cisne, un ballet hermoso.
El cisne blanco, delicado y etéreo,
con gracia y elegancia, danza en el aire,
mientras su plumaje brilla en el escenario,
su alma se sumerge en un profundo desaire.
Con cada movimiento, su cuerpo se estremece,
sus alas se despliegan con suavidad,
expresando en cada gesto, su tristeza y su desdén,
mientras la música acompaña su trágica realidad.
Sus brazos se alzan y se curvan en el aire,
como las alas de un cisne en pleno vuelo,
sus piernas se estiran, se flexionan con esmero,
mientras su corazón se deshace en desvelo.
El público observa, conmocionado y absorto,
la danza de la muerte, en su esplendor,
cada movimiento, cada paso, cada gesto,
es un suspiro del cisne, su final clamor.
La muerte se acerca, lenta y sutil,
con su manto oscuro envuelve al cisne,
y en un último estertor, el ballet se consume,
dejando en el aire un eco de tristeza y ruina.
La Muerte del Cisne, una obra de arte,
que nos transporta a un mundo de dolor,
donde la danza se convierte en un lamento,
y el cisne blanco se despide con fervor.
En cada representación, se revive su tragedia,
la del cisne que danza su último adiós,
y en nuestros corazones deja una estela,
de melancolía y amor por su voz.
Así, La Muerte del Cisne, ballet inmortal,
nos enseña la fragilidad de la vida,
y nos invita a apreciar cada momento,
como si fuera nuestra última despedida.
Coreografía La Muerte del Cisne bailando Isabel García
