Una de las historias literarias más emblemáticas en el mundo de las letras universales dio origen a una propuesta dancística que ha refrendado tanto en el público infantil como en el adulto la idea de que no debemos perder la capacidad de imaginar y soñar.
“El niño que cabalga asteroides” es la pieza coreográfica creada por la maestra Reyna Pérez, quien se inspiró en el El Principito, de Antoine de Saint-Exúpery para acercar a los espectadores a un cuento lleno de fantasía y profundidad humana. La pieza es interpretada por su compañía Ardentía.
El montaje, más que se una interpretación, es una apuesta artística a la búsqueda, el hallazgo y el encuentro con uno mismo, explica la maestra Pérez. Si bien aclara que no intentó hacer una narración literal, considera oportuno destacar que a través de su obra reconoce el legado del autor: “Nuestra historia busca homenajear al célebre “Principito” de Saint-Exupéry, obra que desde 1943 hasta la fecha, nos reencuentra con la belleza de una puesta de sol, el canto del agua cristalina y lo que las fragancias de una flor única significan en nuestra existencia”.
Sobre el proceso creativo, quien es maestra y ensayadora de la Compañía Nacional de Danza del INBAL,explica que estructuró una pasarela donde convergen lo clásico y lo contemporáneo, lo circense y lo solemne, donde cada asteroide es un microcosmos de música y danza de distintas geografías:
“Aquí, se encuentra el significado de algunas situaciones, se potencian ciertos personajes e incluso se actualizan determinados elementos estéticos, para construir una nueva historia, sin embargo, en el discurso original, aquello esencial que no puede ser visto por los ojos, sino con el corazón, se mantiene intacto, para que el espectador disfrute y acompañe a nuestro niño en su cabalgata por los asteroides”.
Además de danza, en el montaje se fusionan otras artes, como el circo, el teatro y la música, de ahí que sea una propuesta multidisciplinaria detonadora de impactantes imágenes oníricas protagonizadas por 14 bailarines en escena. Sobresale la musicalización y edición de Crescencio Luviano y Joaquín López “Chas”, la escenografía y vestuario de Mauricio Asencio, y la iluminación de Rafael Mendoza, artistas con vasta experiencia en la escena nacional.